Lección 2:
El canon de la Biblia
Foto: Biblical inspiration. Fuente: Wikipedia
El término «CANON» viene del griego, en el que kanon significa una regla-una norma para medir. Con respecto a la Biblia, el término se refiere a los libros que cumplieron los requisitos y, por lo tanto, fueron dignos de inclusión. Desde el siglo IV, los cristianos han usado kanon para referirse a una lista autoritativa de libros que pertenecen al Antiguo Testamento o al Nuevo Testamento.
Desde hace mucho ha habido diferencias de opinión en cuanto a los libros que deberían ser incluidos en el Antiguo Testamento. En épocas pre-cristianas, los samaritanos sólo reconocían al Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia moderna). En los primeros siglos de la era cristiana, los rabinos analizaron la inclusión de varios libros de carácter apocalíptico en el canon (Ezequiel, Proverbios, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Ester). En el tiempo de los padres de la iglesia, se discutió la inclusión de muchos libros considerados apócrifos (extraños u ocultos). Las discusiones acabaron en el tiempo de la Reforma, cuando la Iglesia Romana incluyó esos libros apócrifos en el Antiguo Testamento, mientras que el Protestantismo los rechazó como canónicos. Estos libros considerados no canónicos por los protestantes sueles ser reconocidos como literatura de referencia o consulta, pero no inspirados por Dios. En cuanto a la iglesia ortodoxa (que se separó de la Romana en el siglo XV), estuvo en duda al respecto, aunque últimamente se inclina más hacia la postura protestante.
Lo que califica a un libro para tener un lugar en el canon del Antiguo Testamento o del Nuevo Testamento no es sólo que sea antiguo, informativo y útil, y que el pueblo de Dios lo haya leído durante mucho tiempo, sino que el libro tenga la autoridad de Dios en lo que dice. Dios habló a través de su autor humano para enseñarle a su pueblo lo que debían creer, y cómo debían comportarse. No es sólo un registro de revelación, sino la forma escrita permanente de la revelación. Esto es lo que queremos decir cuando afirmamos que la Biblia es «inspirada», y este aspecto hace que los libros de la Biblia sean diferentes a todos los demás libros.
La primera aparición del canon
Muy atrás en la historia de Israel podemos encontrar varios escritos que ellos consideraban como divinamente inspirados. Veamos tres ejemplos:
Moisés lee el libro del pacto
Éxodo 24:7
Se lee el libro de la Ley al rey Josías y a la congregación
2 Reyes 22-23; 2 Crónicas 24
Esdras lee el libro de la Ley al pueblo
Nehemías 8:9, 14-17; 10:28-39; 13:1-3
Estos escritos, entonces, se reconocían como divinamente autorizados, y que servían como una regla de fe y de práctica. A lo largo de todo el Antiguo Testamento veremos que el Pentateuco es tratado con suma reverencia. Moisés y Samuel son considerados los dos escritores y oradores más reconocidos de ese tiempo y aún hasta el presente. Han escrito mucha de la literatura del Antiguo Pacto. Para la cultura hebrea, la transmisión oral lo era todo. Sin embargo, a razón por la cual Moisés y los profetas escribieron el mensaje de Dios y no se contentaron con entregarlo en forma oral, fue que a veces lo enviaban a otro lugar (Jeremías 29:1; 36:1-8; 51:60 y siguientes; 2 Crónicas 21:12), pero también muy a menudo lo hicieron para preservarlo para memoria en el futuro (Éxodo 17:14), o como testigo (Deuteronomio 31:24-26), para que estuviera disponible para los tiempos venideros (Isaías 30:8). Los escritores del Antiguo Testamento conocían muy bien la poca confianza que se le puede tener a la tradición oral. Por lo tanto, la forma permanente y duradera del mensaje de Dios no fue en su forma hablada sino en su forma escrita, y esto explica el surgimiento del canon del Antiguo Testamento.
Foto: Por qué leer todavía el Antiguo Testamento. Fuente: La Croix en español
En la Biblia hebrea, los libros están ordenados en tres divisiones: la Ley, los Profetas y los Escritos.
- La Ley consta del Pentateuco, también llamados los cinco "libros de Moisés". Estos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
- Los Profetas se dividen en dos secciones: los Primeros Profetas (Josué, Jueces, Samuel y Reyes), y los Últimos Profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel y "El libro de los doce profetas").
- Los Escritos contienen el resto de los libros. Primero Salmos, Proverbios y Job luego los cinco "rollos", que son el Cantar de los cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester, y finalmente Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas.
Si sumamos todos los libros dichos, veremos que suman 24. Nuestra Biblia posee 39 porque hay divisiones dentro de cada uno de los libros para estudiarlos mejor y comprender sus historias. El libro de los doce profetas se consideran doce libros diferentes (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías), Samuel, Reyes, Esdras-Nehemías y Crónicas se dividen en dos cada uno.
El Nuevo Testamento
Foto: 10 mandamientos Nuevo Testamento. Fuente: Vida, Esperanza y Verdad
Durante los últimos 1600 años, la gran mayoría de los cristianos ha aceptado que el Nuevo Testamento está compuesto de veintisiete libros. Estos veintisiete libros caen naturalmente en cuatro divisiones:
- Los cuatro Evangelios.
- Los Hechos de los apóstoles.
- Ventiniún cartas escritas por los apóstoles y hombres apostólicos.
- El Apocalipsis.
Mientras que la escritura de los libros del Antiguo Testamento comprendió un período de mil años o más, los libros del Nuevo Testamento se escribieron en un período de un siglo.
Al principio, los Evangelios individuales tenían una existencia local e independiente en los grupos para los cuales fueron escritos originalmente. Sin embargo, a comienzos del siglo II, se juntaron y comenzaron a circular como un registro que constaba de cuatro partes. Cuando sucedió esto, el libro de Hechos fue separado de Lucas, con el que había formado un escrito de dos volúmenes, y comenzó una carrera separada e importante por sí solo. Al principio, las cartas de Pablo fueron preservadas por las comunidades y los individuos a quienes habían sido enviadas. Pero para fines del siglo I existen evidencias que sugieren que la correspondencia de Pablo que sobrevivió comenzó a ser recolectada en una colección paulina, la cual circuló con rapidez entre las iglesias.
Con la colección de los Evangelios y la colección paulina, y con Hechos, que sirve como un eslabón entre las dos, tenemos el comienzo del canon del Nuevo Testamento como lo conocemos.
Principios y factores que determinaron el canon
Por su propia naturaleza, la Santa Escritura, ya sea el Antiguo o el Nuevo Testamento, es un producto dado por Dios y no una obra de la creación humana. La clave de la canonicidad es la inspiración divina. Por lo tanto, el método de determinación no es uno que selecciona de una cantidad de posibles candidatos (no hay otros candidatos en realidad), sino uno de la recepción de los materiales auténticos y el consecuente reconocimiento por un círculo cada vez más grande a medida que se hacen conocidos los hechos de su origen.
Cuando todas las cosas fueron examinadas durante la Reforma protestante, algunos de los reformadores buscaron medios para asegurarse a sí mismos, y a sus seguidores, en cuanto al canon de la Escritura. Lutero estableció una prueba teológica para los libros de la Biblia (y cuestionó algunos de ellos) - «¿Enseñan sobre Cristo?»
En realidad, aun para la aceptación inicial de la Palabra escrita, no es seguro ni correcto (hasta donde nos enseña la Escritura o la historia) decir que el reconocimiento y la recepción fueron un asunto intuitivo. Fue más bien un asunto de simple obediencia a los mandamientos conocidos de Cristo y de sus apóstoles. Nuestro Señor prometió (Juan 14:26; 16:13) comunicar todas las cosas necesarias a sus seguidores. Los apóstoles estaban conscientes de su responsabilidad y acciones cuando escribieron. La explicación de Pablo en 1 Corintios 2:13 es oportuna: «Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales».
Por lo tanto, la iglesia primitiva, con vinculaciones más estrechas y más información de la que tenemos nosotros hoy, examinó el testimonio de la antigüedad. Ellos pudieron discernir cuáles eran los libros auténticos y autoritativos por su origen apostólico. La asociación de Marcos con Pedro y la de Lucas con Pablo les dieron esta aprobación, y las epístolas como Hebreos y Judas también estaban ligadas al mensaje y ministerio apostólico.
El concepto de la iglesia sobre el canon, derivado principalmente de la reverencia que le daban a las Escrituras del Antiguo Testamento, se apoyaba en la convicción de que los apóstoles habían sido autorizados en forma única para hablar en el nombre de aquel que posee toda autoridad-el Señor Jesucristo. La generación que siguió a la de los apóstoles mismos recibió el testimonio de aquellos que sabían que los apóstoles tenían el derecho de hablar y escribir en el nombre de Cristo. Por lo tanto, la segunda y la tercera generación de cristianos consideraban las palabras apostólicas (los escritos) como las mismas palabras de Cristo. Esto es en realidad lo que se quiere decir por canonización-el reconocimiento de la palabra divinamente autenticada. Por lo tanto, los creyentes (la iglesia) no establecieron el canon, sino que simplemente testificaron de su existencia reconociendo la autoridad de la palabra de Cristo.